domingo, 18 de mayo de 2008

Dicen que el padre de Sofia Coppola también hacía películas.

Sí, parece viejuna. No es de extrañar, ha tardado diez años en hacerla...


Hoy, película.

Bergman y Antonioni murieron el año pasado y con ellos, dicen, el cine. Yo no soy tan pesimista, pero desde ayer todas mis esperanzas de que alguien lo resucite descansan en Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Les voy a contar por qué. Ayer abrí la mula, lleno todavía de fe en los viejos maestros y probé con la nueva de Coppola. Youth without Youth, se titula.
Ya sabrán ustedes la historia. En los últimos años, la niña Coppola ha hecho una película tras otra mientras se follaba al Quentin Tarantino entre rodaje y rodaje. Total, que a papá le dio envidia. Debió pensar: “ya hace casi diez años desde la última vez” (que rodó una película; porque, que sepamos, Tarantino nunca ha sido tocado por el genio). “Si a la nena le salen bien las pelis, ¿por qué a mi no?”.

¿Por qué a mí no? A priori parece una pregunta razonable, ¿verdad? Al fin y al cabo, estamos hablando del director de El Padrino, La Conversación, Apocalypse Now y Corazonada, así que ¿por qué a él no?

Pues porque no.

Y vamos a intentar explicar por qué no. Me voy a imaginar que soy Coppola. Me siento en mi despacho, y me meso la barba mientras me pongo a pensar: ¿y cuál será el argumento de mi próxima película? Veamos, ya lo tengo. Voy a hacer una película sobre un profesor de lingüística rumano ya anciano. Un buen día, yendo por la calle le cae un rayo encima. Curiosamente, el profesor no muere; al contrario, unos días más tarde descubre, para estupor de los doctores, que ha rejuvenecido. Pero no sólo eso. Se ha convertido en una especie de superhéroe (el término utilizado en la película es “mutante”). Tiene memoria fotográfica de todo lo que ha visto o leído, habla todos los idiomas de que se tiene conocimiento, puede hacer aparecer y desaparecer cosas y, lo mejor de todo: ni siquiera se tiene que molestar en leer un libro, con sólo cogerlo en su mano un foco cenital le ilumina la cara y, como por ensalmo, le entran en el cacumen los contenidos del volumen en cuestión.

La única forma razonable de leer Los Pilares de la Tierra

Amazing, ¿no creen? ¿A quién de ustedes no le gustaría convertirse en el superhéroe lingüista definitivo? ¿Que el villano de turno te amenaza con una pistola? No hay problema. Le recitas la Crítica de la Razón Pura de memoria, sin saltarte una coma, y le matas de aburrimiento. Pero no seamos tan frívolos. Hay que ver también el lado malo de ser superhéroe. No todo van a ser victorias contra el crimen, invitaciones a eventos oficiales, la llave de la ciudad y una hembra colgada de cada brazo mientras te piden melosas que les recites ese pasaje del Finnegans Wake que tanto les excita. No. La vida del superhéroe lingüista es más peligrosa de lo que parece a simple vista para el neófito. Y no me estoy refiriendo a los supervillanos. La ventaja que tiene ser un superhéroe lingüista es que, por ridículos que parezcan tus poderes, más ridículos aún resultarán tus enemigos. Imagínense lo que es luchar contra el Barón Sinalefa y su inefable esbirro, el Complemento Directo. La última vez que Batman se encontró con ellos para echarles una reprimenda, se echó a reír de tal modo que tuvieron que esconderse en su guarida durante un año entero de la vergüenza que les dio. Ah, pero me he olvidado de un detalle. Nuestro superhéroe lingüista se enfrenta a retos mucho más peligrosos que cualquier otro übermensch por una sencilla razón: su historia trascurre durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Y quién necesita supervillanos ridículos cuando tiene a los nazis?

Pero ¿qué pueden querer los nazis de un lingüista?, me preguntan. Por favor, no sean inocentes. Si has dedicado tu vida entera al estudio de un tema tan codiciado por el Tercer Reich como es el origen del lenguaje, y para mayor inri, todo el mundo sabe que eres mutante, vas a tener detrás de tu pista a toda la División de Armas Secretas de las S.S. por cojones. ¿Es que no han aprendido nada yendo al cine? Pues pregúntenle, pregúntenle a Indiana Jones. Total, que nuestro superhéroe lingüista se mete en líos mil por culpa de los nazis. Sin ir más lejos, hasta se le mete en la cama una espía de las S.S. y, claro, tiene que enamorarla haciendo uso de sus poderes lingüísticos (ver foto) para que luego, ella, con el corazón reblandecido, se ponga en medio de la bala cuando dispare uno de sus jefes.

Pongan a un lingüista en su vida. Pero no se olviden de quitarse las ligas si no quieren que todo quede en un rollo de una sola noche. Y recuerden: "nunca, nunca hablen de política en la primera cita".

¿Ven adónde quiero llegar? Lo que les decía, que Coppola se puso a pensar en todo esto que les acabo de contar mientras se mesaba la barba y, luego, se puso en pie y exclamó: “Si a la nena le salen bien las pelis, ¿por qué a mi no?”.

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